miércoles, 31 de octubre de 2018

OCTUBRE DEL ROSARIO

Nunca es fácil levantarse el primer domingo de octubre; sobre todo este año, que tuvimos ese sábado día 6 una procesión en la que caminamos durante toda la noche en pos de Jesús Nazareno cargando con nuestra cruz, dejando colmadas nuestras ansias y nuestras almas y cansados nuestros cuerpos. Aún viviamos en el sueño primaveral que octubre nos regaló aquel sábado, pero el despertador nos devolvió crudamente a la realidad, a la realidad oscura de la madrugada de domingo, a la realidad dulce donde Ella nos esperaba.

Es duro levantarse el dia del Pilar, un día de descanso que tanto nos hace falta en nuestra rutina semanal, y más con la perspectiva de caminar hasta la lejana San Jose Obrero para acompañarla. Y tan seguido, se hace duro levantarse dos días casi consecutivos tan temprano. Es duro levantarse, un domingo más, y subir a Santa Clara, y más si la lluvia amenaza con sorprenderte a mitad del camino. Y es duro, incluso, levantarse el último domingo, aún con una hora más de sueño. El frío que te golpea al asomarte a la puerta, delatando al invierno que ya llega, es capaz de amilanar a cualquiera. Pero es mas duro pensar que sólo queda esa mañana para seguirla a Ella.

Sin embargo, al verla a Ella, te embarga la certeza de que el sacrificio ha valido ya la pena. Llegar a las Claras y verla en el suelo, mirandote cara a cara, saludandote un octubre más, disipa cualquier duda. Y verla presidiendo los altares de cada parroquia te conforta en cada mañana, porque te confirma que no fue un sueño, que ha estado allí toda la semana, esperando ese instante en que tú vuelves a Ella.

Es duro, aun así, caminar a tan temprana hora. Parece que no terminas de coordinar, el sueño embota tus sentidos, el cansancio traba tus piernas. Pero, por largo que se haga el camino, en cada mirada que le dedicas, Ella te da fuerzas y te anima a continuar. Por cada paso que das, brota de las desiertas calles una oración, oración que nace de las roncas gargantas de los madrugadores devotos que la siguen a Ella, a su Madre: Del niño que camina de la mano de su madre o de su abuela, del joven que no puede dormir sabiendo que hay un paso en la calle, del hombre que la lleva sobre sus hombros por tradición y de la anciana que le pide por tantas cosas y le da gracias por tantas otras.

Así, cada Ave Maria cantado en las calles en penumbra se sublima en una cuenta de plata, que poco a poco va completando el Rosario de estrellas que se convierte en escalera al Cielo, porque el Rosario no es otra cosa que eso, el camino hacia el Reino celestial. Iluminados por las velas de su trono y por las candelas que, en el último domingo, abrazamos, convirtiendo las calles a oscuras en un rosario de luz y devoción, vamos ofreciendo nuestros ruegos por aquellos que más lo necesitan. Quizás, al sumar a nuestros rezos la penitencia del madrugar y del camino, lleguen más prestos hasta el Padre, que es a donde Ella nos lleva directos. Maria nos enseña en esas mañanas, y nos lo recuerda cada año al llegar el mes de octubre, que el camino de la Salvación no es facil, que exige sacrificios. No obstante, tambien nos enseña que para Ella tampoco fue facil y que estará junto a nosotros durante todo el camino, y nos acompañará y nos guiará como a Estrella de la Mañana.Y nos muestra que, siguiendola, el sacrificio tiene recompensa. Madrugar, caminar y rezar, por duro que sea, vale la pena porque, al final del camino, nos espera Cristo en la alegre fiesta de la Eucaristía.

Un año más, Nuestra Señora de Gracia y Esperanza, la Virgen de Gracia, nos ha enseñado todas estas cosas. Con ella hemos madrugado, hemos compartido caminatas, rezos y plegarias; desde las Claras a San Jose Obrero y vuelta, abandonando de nuevo a sus monjicas hasta Santa Clara; de allí al Convento y, como siempre, terminando en la Asunción.También hemos compartido alegrias y gozos, le hemos dado gracias por tenerla con nosotros, por salir otro octubre a buscarnos para llevarnos, mediante el Rosario, a Cristo, Y aún mientras disfrutamos de la alegre convivencia de los churros, tras cantarle otra vez y aclamarla como "Madre Nuestra querida", volvemos la vista a la penumbra de su Casa-Museo y la miramos con nostalgia, despidiéndonos hasta que de verdad toque despertar del sueño pasional y sea Ella la que abra las calles en una cuaresmal tarde de marzo. En ese momento, a nuestra memoria volverán las madrugadas de octubre pues, aunque sea duro, en nuestro corazón hay un rinconcito que duerme todo el año y que despierta cuando el verano llega a su fin y el invierno toca a nuestra puerta. En ese mes de transición que es octubre, ese pedacito de nuestro ser salta de alegría pues, en el fondo, todos los que lo hemos vivido, añoramos siempre nuestro Octubre del Rosario.


REPORTAJE FOTOGRÁFICO DE LOS 
ROSARIOS DE LA AURORA 2018

ROSARIOS 2018


domingo, 7 de octubre de 2018

A TUS PIES, NAZARENO

(Domingo 7 de Octubre, 18h, Basílica de Ntra. Sra. de la Asunción)

Señor, qué bien se está aquí. Cada vez que paso a verte en tu capilla lo pienso. Señor, que bien se está aquí. Hoy, sin embargo, tengo sentimientos encontrados. Miro hacia tu capilla, entre el Altar y el Sagrario, y se me escapa una sonrisita al verla vacía. Parece como si fuera Semana Santa otra vez. Miro hacia la puerta principal y, allí, donde siempre, veo tu trono y a Ti subido en Él, con tu Cruz a cuestas, como si tu también quisieras que fuera ya Viernes Santo. Te miro allí, Señor, e involuntariamente giro la cabeza hacia la capilla del Silencio, porque esta noche pareciera ser Jueves Santo, contigo esperando una nueva procesión del Penitente. Pero, al mirar hacia allí, tengo que volver a la realidad. No es Jueves, si no Domingo, y tu no esperas para salir, si no para volver a tu merecido descanso después de lo que ayer ocurría.

¿Te has dado cuenta, Padre, de lo rápido que corre el tiempo? Parece que fue ayer que te pusimos sobre ese trono, en este apartado rinconcito de la iglesia... y ya ha pasado toda una semana. Parece que fue ayer que te colocamos la Cruz... mientras colocaban el Monumento para los oficios de la tarde, igual que parece que no ha pasado tanto desde que mi padre me puso por primera vez sobre tus varas para ver salir desde tu privilegiada posición el Silencio. Cómo pasa el tiempo. Recuerdo que, hace más de un año, esperaba con impaciencia que llegara el día de ayer, y hoy quisiera volver a un año atrás con tal de que no se hubiera terminado. Tú lo sabes mejor que nadie, Padre, que a tus hijos, lo que de verdad nos gusta son las vísperas, las esperas; que preferimos estar contando atrás eternamente a que el reloj se pare y los sueños se nos disuelvan en un suspiro. Por eso disfrutamos tanto en recrearnos por las naves de tu Casa, o nos encanta tanto colarnos a cada oportunidad en nuestra Cochera, que siempre será "la cochera" para nosotros. Nos encanta esos días de llegar corriendo de la rutina y ayudar a repartir túnicas, limpiar báculos y tronos, poner velas y preparar cada detalle para la Procesión. Se que es Octubre y que chirrian estas palabras en ésta época del año, pero tras lo vivido en estas últimas semanas, en especial la última, mi cabeza está viviendo en sueños de abril y padece de nostalgias de pasión, porque el otoño se me ha transformado en Cuaresma... como ocurre cada vez que traspaso las puertas de la Casa de los Santos.

Tú y yo sabemos, Señor, que al final esto no nos hace bien, que cada cosa tiene su tiempo, que necesitamos descanso para cuando llegue el momento estar en plena forma. Pero si bien hemos aprendido y aprendemos otras muchas cosas de ti, todavía no hemos aprendido la virtud de la paciencia. Por eso hemos aprovechado que en Cieza hace 325 años te erigimos como Señor de nuestras procesiones para traerte de vuelta a nuestras calles fuera de tiempo. Y nos ha servido para darnos cuenta de que no somos los únicos. Toda Cieza se volcó en esa tarde que ya, cuando aun no pasan 24 horas, parece tan lejana. Y no sólo Cieza, gente de muchos otros lugares venían atraidos por el sonido de un tambor en una magnífica tarde otoñal para deshecerse en halagos a nuestra forma de desfilar, nuestro patrimonio, nuestro buen hacer, en definitiva, a nuestra Semana Santa. El sábado comenzaba tranquilo, pero nos sentíamos ajenos al curso normal del año. Hasta la meteorología nos quiso ayudar y nos hizo sentir en una mañana de Viernes de Dolores. Todo parecía en calma. Cieza aguardaba expectante a que cayera la tarde. Ya a primera hora se veían túnicas ondear sobre los añejos adoquines, los visitantes se maravillaban con la sede de nuestros sueños y desvelos; y, a eso de las seis, un tambor rompía la quietud, iniciando el pasacalles desde la Esquina del Convento para abrir esta Histórica tarde.


Emocionados, nuestros hermanos cofrades visitantes lucían sus mejores galas tras el estandarte de la JHP, abrian ellos el cortejo, demostrando que la Semana Santa es más un vínculo que una rivalidad entre pueblos. También daba gloria ver a los penitentes de nuestras cofradías, vestidos con su traje de gala, intercalando cirios y báculos, capuces, verdugos, cascos y velos, en una muestra de que nuestra Semana Santa es un mosáico multicolor que se mantiene unido, fuera de rencillas y rivalidades. Así lo demostraban los anderos, que no tenian problema en, una vez más, mezclar colores en las varas para ayudar al Nazareno, porque no era sólo el Nazareno quien salía anoche a la calle, era la Semana Santa de Cieza en pleno apoyando a una de sus más antiguas cofradías, mostrando a los ciezanos que en realidad no hay colores, que la lealtad de los cofrades ciezanos es sólo una.

Maravillaba ver a la Coronación de Espinas salir por una calle Cánovas del Castillo repleta de espectadores, abriendo esta jornada histórica. Era la Medina quien la acompañaba. No pocos recordaron en ese momento una tarde similar de octubre de 2014, cuando veían desfilar también a la Coronación bajo la luz del día. Sin embargo, pronto se trasladaban a la familiar noche de Miércoles Santo, con Jesús sangrando y sufriendo el tormento y la burla del espino atravesando una Esquina del Convento en la que ni un alma cabía mientras sonaba "Y al tercer día". Y de ese híbrido ciezano y andaluz que tan magistralmente interpreta la Siyasa, la vista recorría las filas de 17 colores hasta encontrarse con el rosal de Carrillo, saliendo con esa elegancia tan ciezana de su talla y de su andar. Lucía el rosal encendido, aun cuando el sol no había dicho aún su última palabra, encaramándose coqueto hacia las nubes, mostrando lozano a su más preciada rosa, la morena de los ojos brillantes y la melena airosa, nuestra Santa, la Salomé. No hay mayor maravilla ni estampa más ciezana que verla salir de la Casa de los Santos al son de Semana Santa Ciezana. Al verla, con su elegante luto sereno, viajábamos de nuevo a las frías noches de Viernes Santo, recreándonos en su dulce vaivén al característico sonar de las piezas más clásicas del repertorio ciezano y nacional interpretado por nuestros tan queridos "No Tenemos Prisa". Y era imposible recordar que estábamos en octubre porque, en la Plaza Mayor las puertas estaban abiertas y el último rayo solar las iluminaba igual que hace la primera de las luces de la mañana del Calvario. Allí, mientras Ecce Homo hacía rugir sus cornetas con gallardía, Jesús Nazareno salía, acompañado de toda su Cofradía. Hacía tiempo que no se veían tantas filas de nazarenos vestidos del elegante terciopelo negro. Tercio Infantil, báculos y cruces, todos ellos acompañándote a Ti, Señor, porque por Ti suspiran cada día del año, aguardando esa mañana en la que con gusto tomarán su Cruz y te seguiran a dónde Tú vayas.



Cómo no recordar ese momento en que Tú, Señor, pasabas la esquina de la Calle Santo Cristo a los sones de "La Pasión", o no sonreir al darte cuenta de la curiosa situación de ver a la Cofradía del Nazareno observar el manto de la Salomé de frente, cuando normalmente se tienen que girar para ver su bello rostro. y no soltar un suspiro al verla a Ella desfilar tan garbosamente con una Banda de Música, que le favorece tanto como la corneta realza la fuerza del paso de la Coronación. Y era imposible no fijarse en los rostros de los niños y verse reflejados en ellos, pues una vez fuimos así. Al verte, Señor, conseguías lo que nuestras madres nunca lograron, que nos calláramos y nos quedáramos envelesados en tu imagen. En los relucientes ojos ilusionados de los más pequeños es dónde estaba el triunfo más grande de esa noche.

Se nos iba haciendo corta la procesión. Al ver entrar a la Coronación, sentía una punzada de dolor en el pecho, y las lágrimas se me escapaban irremediablemente de los ojos al ver entrar a la Salomé, envuelta en el recogimiento del Santo Entierro mientras sonaba "La Cruz de Doble Brazo". Y la emoción me embargaba al escuchar el estreno de mi "María Salomé, Luz en el Luto", que tan primorosamente interpretó la Medina en la Calle del Barco, dónde volvieron a rendirte honores, como hacen cada Martes Santo, pero esta vez con la histórica estampa de verte a Ti, de noche, con tu Cruz y atravesando la árdua estrechez de la Calle de la Hoz.

Y ahora he vuelto aquí, Señor, a sentarme junto a Ti en este banco, a recordar contigo todo lo que por y para Ti hemos vivido estos días. He venido a darte gracias por todo ello, que no terminará hasta que volvamos a reunirnos para devolverte a tu capilla, dónde aguardarás a la primavera. He vuelto a tus plantas, en fin, a darme cuenta de que Cieza por Ti es Nazarena, y ese legado te lo agradecían en esa noche que era para Tí y para nosotros, tus hijos cofrades, hasta el punto de llenar de nuevo la Plaza Mayor para despedirte frente al pórtico de la Gloria y para decirte, como yo te digo ahora, que siempre estaremos esperando a que sea Martes Santo para, cual Armaos, rendirnos a tus pies, Nazareno.


REPORTAJE DE LA PROCESIÓN EXTRAORDINARIA 
325 ANIVERSARIO DE LA REAL COFRADÍA DE JESÚS
-NAZARENO-

A TUS PIES, NAZARENO


viernes, 5 de octubre de 2018

DIVINA MADERA: ¿A QUIÉN BUSCÁIS?

Cúanto no estará grabada la Semana Santa y sus únicos momentos en el corazón y la memoria de los ciezanos que no hay nada más cotidiano en la Perla del Segura que ir un grupo corriendo a algún sitio y que alguien pregunte "¿A quién buscáis?" y que alguno del grupo o varios de ellos a coro respondan "A Jesús, el Nazareno".  Y no hay mayor verdad en Cieza, sea cual sea el momento. 

Pongámonos por un momento en situación. Es una tarde tranquila y no tienes nada que hacer, vas paseando por el tranquilo discurrir de las calles del Casco Antiguo. Entras por casualidad hasta la calle San Pedro y, antes de entrar a la Plaza Mayor y seguir hacia la castiza calle del Cid, miras a tu izquierda y ves que las rejas de la puerta de San Pedro están abiertas y decides entrar a hacer una visita al templo, ese templo que tantos y tantos recuerdos encierra entre sus naves. Si es abril, irás derecho al altar a saludar al Santo Cristo; y, si es septiembre, lo más seguro es que busques el dulce rostro sonriente del la Virgencica del Buen Suceso. Si no, quizás vayas a arrodillarte ante el Santísimo y después visitarás a los distintos titulares de las cofradías.Irás a recordar un Lunes Santo con el Cristo de la Sangre y un Viernes Santo con el yacente, buscarás también el magnífico crucificado de la Misericordia y te estremeceras ante la dolorosa y serena belleza de la Piedad y del Cristo de la Agonía. Y apreciarás la maestría de la gubia de González Moreno en la desesperada mirada del Amarrado y en la serena majestuosidad del Ecce Homo. Y le dedicarás una sonrisa a San Juan, y te lamentarás, mirando a tu derecha, de que no puedas llorar junto a la Soledad. Y, quizás, te acuerdes de que, junto al Sagrario, la Virgen del Amor Hermoso te espera para recordarte que después de la Muerte viene la Resurrección. Sin embargo, en todas esas vueltas y devenires por entre los bancos y las columnas, la mirada inevitablemente se te va hacia el Altar Mayor y hacia el retablo que, silencioso, custodia al Nazareno. Puede que no te acerques, a fin de cuentas, el cristal refleja y cuesta verlo en la semipenumbra de la basílica, pero cada vez que miras, algo en ti te invita a mostrar un pequeño gesto de respeto ante la efigie de Jesús, el Nazareno.

Es Nuestro Padre Jesús una talla de vestir, envuelta siempre en terciopelo morado bordado primorósamente en oro. Representa a Cristo caminando, con la espalda encorvada y el rostro, con esas policromías violaceas propias de Pinazo, reflejando la angustia y el dolor del suplicio. Sin embargo, cuando consigues mirarle a los ojos, que miran hacia abajo, te das cuenta de que, en medio de su tormento, se mantiene firme en la Misión que el Padre le ha encomendado. Su frente sangra, los Martes Santos son gotas de sudor derramadas en la agonía del Huerto, los Viernes Santos, sangre que se derrama de las espinas con que lo coronaron el miércoles por la noche. Los Martes Santos agacha la cabeza y camina humilde de camino al Sanedrín, los Viernes Santos toma su Cruz y sigue el camino marcado por el Padre, el camino que le llevará a morir para redimirnos, encorbado bajo el inhumano peso del dorado madero. Sin embargo, aunque su cuerpo refleje el cansancio y el dolor, Jesús Nazareno guarda en su mirar la serenidad y la determinación de quien se sabe cumpliendo su destino. 

Esa mirada, firme y serena, es la que hace a los ciezanos girar la cabeza hacia Él cuando pasean por la basílica, lo que despierta la devoción y el respeto en niños y mayores que, a su paso por las calles de Cieza, guardan silencio y se ponen en pie como muestra de pleitesía al que muchos llaman "El Señor". Por eso, aun en penumbra, tras su cristal, es inevitable que reciba las miradas y muestras de respeto de cuantos entran en la Asunción. Cuando entras por la calle San Pedro, es a Él a quien primero ves, cuando pasas a saludar a Cristo Sacramentado, vuelves la mirada a Él; cuando miras al altar, sin quererlo, tuerces el rostro hacia su retablo.

Desde bien antiguo, Jesús Nazareno tiene un lugar de honor en el devocionario popular Ciezano. A pesar de el cariño que guardamos por nuestra Madre, Cieza nunca ha sido un pueblo mariano, no en vano es el Santo Cristo el Rey de los Corazones. Antes de rezar a la Dolorosa, Cieza se rinde al Medinacelli y, antes de mirar a la Soledad, buscan a quien durante largos años fue su compañero de altar y cultos. Al mirar a Nuestro Padre Jesús Nazareno, los ciezanos miran cara a cara la historia de su Semana Santa. Aunque la talla sea del año 42, su similitud con la que ardió lo reafirman como guardián de la Cieza más añeja e impasible defensor de sus tradiciones procesionistas. No es sólo una imagen, es el Patrón de los semanasanteros ciezanos, el modelo de los que participan de esta bendita locura. Por eso, cuando este 6 de octubre lo veamos desfilar por nuestras calles, una vez más cargando con su Cruz, aprendamos de Él, fijémonos en su ejemplo y busquemos de verdad a Jesús, el Nazareno.


miércoles, 3 de octubre de 2018

MÚSICA Y SEMANA SANTA: LA SALOMÉ

Resulta curioso que, siendo una de las cofradías de mayor raigambre e historia en nuestra Semana Santa, la Real Cofradía de Jesús - Nazareno - sea una de las que menor y más tardío patrimonio musical tiene. Quizás fuera la guerra, o el simple paso de los años, quien borró de la memoria de Cieza y de su Semana Santa las partituras dedicadas a la devota imagen de Jesús Nazareno o quizás nunca llegó a tener obras originales. No fue si no hasta 1999 que el maestro García Alcazar escribía los primeros pentagramas pasionarios dirigidos al Señor del Martes Santo, mas con el desgraciado condicionante de que al Nazareno raramente se le ha visto con una banda de música, y las pocas veces que eso ha acontecido, "Nazareno de Cieza" no ha sonado. Y no será porque la Cofradía de Jesús haya estado ajena a la música. Esta hermandad siempre ha estado relacionada con los sones de cornetas y el retumbar de los tambores. Ya desde antiguo tenemos constancia de que eran estos militares instrumentos acompañaban a Jesús en su camino al Calvario, teniendo su propia banda hasta bien entrado el siglo XX. Quizás sea también la limitada capacidad de las cornetas de aquellos tiempos la que impidió al Nazareno tener su propia marcha hasta el día de hoy.

En el año 1953, apenas una década después de haber resurgido de las cenizas del 36, en un afán de recuperar el antiguo esplendor de la Cofradía, llega a Cieza una de las más populares imágenes de su Semana Santa: Santa María Salomé. Mas no fueron sus morenos rizos, dignos rivales de la áurea cabellera de la Magdalena, ni el esplendoroso rosal de Carrillo, obra maestra de la tronística ciezana, los únicos grandes legados que la Santa Mujer nos trajo. Sería en 1960 que Ella, que tanta popularidad ganó, inspirara al Maestro Gómez Villa la primera de las que serían las grandes creaciones que realizara para la Semana Santa de Cieza: los Pasodobles.

Como ya decíamos en aquel artículo de la Cuaresma 2017 CIEZA Y SU MÚSICA, no hay nada más puramente ciezano que los pasodobles de su Semana Santa. A pesar de su gran trabajo como director de la Banda Municipal y de las Orquestas de San Juan y la Verónica, y su labor compositiva, la mayoría desconocida y caida en el olvido a día de hoy, el nombre de d.Antonio León Piñera ha pasado a la historia de nuestro sentir semanasantero por sus tres grandes pasodobles, el de la Verónica, el de San Juan y el Himno del Santo Cristo. Grandes por la popularidad de la que aún gozan más de un siglo después de su creación, que no por sus dimensiones, siendo composiciones de caracter muy popular y de poca longitud, de facil memorizacion y populares letras que todo ciezano conoce. Es siguiendo la estela de estas tres obras que José Gómez Villa compone el pasodoble de la Salomé. Tal es su similitud con el de la Verónica que no son pocos los ciezanos que creen que pertenecen a la misma pluma.

Si bien el Himno del Santo Cristo no encaja en el esquema por su forma de canción con estrofas y estribillo, los otros dos (San Juan y Verónica) si que mantienen la estructura que utilizará Gómez Villa en 1960. Consta el pasodoble de la Santa de tres secciones diferenciadas. Comienza con una introducción en forte a modo de llamada. Tres compases que ya definen ese carácter alegre y a la vez meñancólico que tan perfectamente encajan con esa mañana de Domingo de Resurrección en que los procesionistas ciezanos se debaten entre la alegría de la Pascua y la nostalgia de la Semana Santa que ya acaba. A esa introducción le sigue el primer tema, interpretado por las maderas agudas tiene, como es habitual en este estilo, una melodía pegadiza y cantable, a la que fácilmente se le puede añadir una melodía a modo de himno (como es el caso de San Juan y de la Verónica). Este tema se repite y el saxo tenor y bombardino entran con un delicado contracanto a la melodía principal. Continúa el pasodoble con un breve Tutti que se interpretará dos veces a modo de respuesta al primer tema y de enlace con el dulce trío. Esta sección contrasta con la primera, dándole vida y tensión al pasodoble y llevándonos al descanso que nos ofrece el trio. 

Hasta este punto nos encontrábamos en la tonalidad de Do menor, la que los clásicos definian como la tonalidad patética o fúnebre, asociándola con la muerte y el dolor. Sin embargo, el potente final de la sección intermedia desemboca abruptamente en un piano de clarinetes y saxos en Do Mayor, la tonalidad que encarna para muchos autores la alegría y la inocencia más pura. Ese viaje tonal bien pudiera simbolizar la mañana de Pascua en que, aun guardando luto, las Santas Mujeres fueron al sepulcro a embalsamar a Cristo y se encontraron con la mayor alegría: el Sepulcro está vacío. Así el trio viene a ser casi un reflejo alegre del melancólico tema principal, repitiéndose este en un tutti final.

Como decíamos, facilmente se puede interpretar este pasodoble como una descripción del sentimiento de la Salomé en la mañana de la Resurrección. Ella sale de la Casa de los Santos, a paso ligero por las umbrías calles del casco antiguo, aún rumiando los luctusosos sucesos del Viernes Santo. Va ligera hacia el Sepulcro, a embalsamar el Cuerpo del Señor. Al llegar, en el Sepulcro abierto de la Esquina del Convento, se lamentan entre grandes aspavientos que hayan robado el Divino Cuerpo. Sin embargo, se callan abruptamente cuando la dulce voz de los ángeles les anuncia la Buena Nueva, noticia que la Santa pregonará a los 4 vientos con toda su alegría: CRISTO HA RESUCITADO.

El pasodoble de la Salomé no es sólo un pasodoble, es la prueba de la dedicación de Gómez Villa por su Cieza y su Semana Santa, su respeto por el legado de la tradición musical ciezana, iniciada por d.Antonio León. Y, además, consciente o inconscientemente, lo convirtió en una catequesis musical sobre el Evangelio de la Resurrección. Y, al margen de todo eso, es la banda sonora que para muchos ciezanos ilustra el final de su Semana Mayor, una semana que para los cofrades del Nazareno termina cuando por la calle Cánovas del Castillo se pierde el manto de su Santa, al son del pasodoble de la Salomé.




viernes, 28 de septiembre de 2018

BENDITO OCTUBRE

Septiembre ya se aleja. Ay, septiembre, que tantas penas y agobios nos has dado, y tantas alegrías. Septiembre, tan voluble y tan cambiante, has resultado ser también tan volátil como tus veraniegos predecesores. Parece que fue hace un momento aquella mañana en que llorábamos por no poder bajar en Romería con nuestra Madre y ahora los llantos de despedida a esa misma Divina Mujer que derramábamos ante su santuario se pierden en la memoria... y eso que no ha pasado más que una semana.

Pero Ella, nuestra Virgencica del Buen Suceso, que nos conoce y sabe lo que es bueno para nosotros, se va. Vuelve a su Santuario con la promesa de volver cuando otro verano acabe. Ahora nos trae el otoño, tan necesario para descansar del calor, y nos deja abiertas las puertas de Octubre, ese bello mes que nos hace añorar el florido marzo.

Llega Octubre ahora. Qué hermoso tiempo el de octubre. Su nombre ya hace resonar en nuestra mente la melodía añeja que tantas veces hemos oido entonar a nuestras abuelas, rescatada del sueño de la memoria. Sólo oir nombrar Octubre, nos parecer ver ya el rostro de nuestra Madre, sonriente aun entre las lágrimas. Ella, que es la Esperanza, nos espera en las mañanas de Domingo. Los que cada aurora acudimos a sus plantas, a caminar en la semipenumbra de las calles desiertas, a rezar cantando junto a María los misterios de nuestra fe, codificados en forma de camino de rosas, sabemos bien que ni el frio ni el cansancio podrán impedirnos participar en esa bella tradición. Octubre, mes del Rosario. En esas solitarias madrugadas de oraciones y plegarias, la Virgen de Gracia nos va recordando que para Ella la vida tampoco fue facil, desde el día en que Dios la escogió, haciendola pasar por la dura prueba de entregar a su Hijo.

Y ahí está la magia de octubre. Envuelto en rezos y avemarias, octubre es capaz de transmutar el otoño en primavera y convertir el gozoso Rosario de la Aurora en un doloroso Rosario de Pasión, cuyas cuentas serán de 18 colores, aglomerados bajo una vara. Octubre se convertirá por una tarde en Marzo, y nuestras calles volverán a perfumarse con ese olor a rosas, incienso, cera quemada y torta de pan dormido que impregna los grandes recuerdos de nuestra infancia. La Casa de los Santos abrirá sus puertas, acogiéndonos con los brazos abiertos. Y, al redoble de un tambor y el toque de una corneta, cuando salga a la calle el Estandarte de la Junta de Hermandades, la tarde de un sábado se convertirá en noche de Miércoles Santo, y todo volverá a empezar.

Ya en estos días, últimos de septiembre y primeros de octubre, el pueblo parece agitarse en su duermevela. Cieza se está despertando antes de tiempo y el reloj se queda sin cuerda antes de lo previsto. Quizás fue una túnica del color de la noche quien se ocupó de darle cuerda al reloj de la larga espera el pasado abril, y le dió unas pocas vueltas de menos. Porque la cuenta atrás, que marca aún 198, repentínamente está ya en 7. Cieza, como decía, está revolviéndose en su sueño, ligero de más, y ya da muestras de querer despertar. En la tintorería se ven rezagados terciopelos de colores, la casa de los santos, con las puertas abiertas tan sólo por una rendija, bulle en un ir y venir de varas, galas e imágenes, algún balcón ya deja ver tímidamente una colgadura, y en las panaderías ya amasan el dulce pan dormido de la Pascua. ¿Qué ocurre para tanto revuelo? ¿Qué pasa en una semana, que esperar ya no puedo?

Pues ocurre que octubre acoge la celebración de una gran efeméride. Celebramos este día 6 que, hace 325 años, los ciezanos querían más de su Semana Santa, y se unieron para fundar una cofradía que sigue siendo, aun hoy en día, una parte fundamental de nuestra procesiones, y el gérmen de la Semana Santa de Cieza tal y como hoy la concebimos. La Real Cofradía de Jesús, EL NAZARENO. Será en pos de sus enlutadas túnicas que a las siete de la tarde de ese sábado, Cieza pase de octubre a Marzo, de la tarde a la noche, de un sábado a Miércoles Santo, mientras vemos salir y pasear por nuestras calles a la Coronación de Espinas. Veremos caer la tarde en la Plaza Mayor, y el último rayo de sol se nos antojará como la primera luz de la Mañana de Viernes Santo, acariciando el dintel del pórtico de la Asunción para recibir al Señor, a Jesús Nazareno cargado con su Cruz, guardián impertérrito de nuestras raices cofrades. Y ya habrá caido la noche cuando el luminoso rosal de Carrillo se haga presente en la calle Cánovas del Castillo, mostrando a su más bella flor, a Santa María Salomé. Ella, con su serena y melancólica mirada nos hará revivir la seria y solemne noche del Santo Entierro, volveremos con ella a llorar por Jesús muerto. Pero también con ella reiremos y lloraremos cuando, a su regreso, vuelva a nuestra memoria la Mañana de Pascua y nos parezca escuchar como un eco en las añejas paredes del casco antiguo su pasodoble. Y entonces el luto se convertirá en danza, y el llanto pesaroso del entierro, se convertirá en Alegría de Resurrección y, al mismo tiempo, en lágrimas melancólicas que anuncien el final. Será ante la Puerta de la Iglesia donde nos reunamos para ver entrar, como antaño, a Nuestro Padre Jesús, con su Cruz, por la calle de la Hoz, recorriendo sus últimos metros de calvario. Y, ante su efigie, en silencio, nos maravillaremos de nuevo con la magia de nuestra Semana Santa.

No es la historia de una cofradía lo que celebramos. Es la historia de nuestra Semana Santa. Es la historia de nuestro Pueblo. Cuántos ciezanos no se habrán encomendado a su Divina Intercesión, cuántos no se habrán postrado ante su misericordiosa mirada, pidiéndole amparo y protección, rogándole apoyo y fuerzas en esos momentos en que nos faltan. Celebramos que gracias al Nazareno hoy tenemos Prendimiento... y Armaos que prendan a Jesús. Que gracias en última instancia a Él y su cofradía, hoy en la calle Cartas se levanta una casa que cada Martes Santo se convierte en Huerto de los Olivos para acoger a Cristo Orante y que cada Viernes Santo se transforma en Sepulcro para que Cristo duerma en su cama. Que gracias a la Cofradía de Jesús, a los de la Agonía los podemos llamar "los Azotes", porque fueron ellos los que antaño trajeron al Amarrado a nuestras procesiones. Y que gracias a ellos también, cada Domingo de Resurrección rendimos pleitesía a Cristo Resucitado en la Cortesía. No es sólo una hermandad, es el homenaje a aquellos que nos precedieron en nuestro afan procesionista. Por eso os digo, haciendo mias por enésimas vez las palabras de aquel pregón de sevilla. ¡Esperad, mis impacientes ciezanos, para tocar el cielo con las manos, nos falta solamente una semana!


miércoles, 26 de septiembre de 2018

MIRANOS, MADRE, MIRANOS

Miranos, Madre Miranos,
Que somos tus hijos queridos,
A tus plantas aquí postrados,
Míranos, porque a Ti hemos venido

Se llena la Iglesia 
tan sólo por verte
y Tú, sonriente,
A tu pueblo regresas,
en su centro te posas
cual celeste paloma,
y, entre tus rizos asoman,
tus pupilas hermosas,
que resplandecen lucientes
en pardos fulgores
¡Que son dos primores
de lunas crecientes!

A Ti te cantamos,
a Ti te Rezamos,
Y de fe sonrientes
por tu manto pasamos,
Y a ti acudimos,
llenos de fervor,
y al verte decimos
¡Viva la Madre de Dios!
Y tu, agradecida,
Nos miras con cariño
y, de amor henchida,
nos Regalas a tu Niño,
que va a visitar,
a quienes siempre a ti acudieron
que por vejez o enfermedad,
hoy venir no pudieron.

Y yo, Señora,
cansado, sin voz y agobiado,
Voy corriendo a verte,
aunque no tenga el vestido apropiado.
Que al verte a ti,
todos mis males se quitan,
y aunque mi garganta no pueda,
mi corazón vivas te grita.


REPORTAJE DE LA FUNCIÓN PRINCIPAL Y PASAMANTOS

PASAMANTO VIRGEN DEL BUEN SUCESO 2018

Noche oscura, blanco amanecer,
por favor, no idos,
os lo ruego ¡volved!
Que, una vez perdidos,
¡Quién la podrá detener!
La pólvora marca el camino,
¡No lo señales, por Dios!
que cuando tu trueno se apague,
habré de decirle adios.
Sol, no aparezcas,
¡Escóndete, astro Rey!
Que si Tú hoy apareces,
Ella se irá, es de Ley.
Que la luna siempre se esconde,
al ver al sol brillar,
por eso María se aparta,
para podernos a Cristo acercar.

Ella es Puerta del Cielo,
Casa de Oro sin par,
Rosa mística de su arco,
Torre de Marfil sin igual.
Estrella radiante que anuncia el día,
Esplendor que a la Cruz hace brillar,
Luz que nos bendice con alegría,
Con el amor de su Cetro Maternal.
Reina de las Mujeres,
Nardo oloroso en el camino,
De Dios Pregonera Tú eres,
y Tres mil Veces Guapa yo te digo.
Del Buen Suceso eres Soberana,
el Buen Suceso que del cielo vino,
por eso emprendemos la caminata
¡Adelante, Peregrinos!
Que, hacia tu Santuario, bella y celestial Mansión,
Nunca queremos llegar,
Porque sabemos los ciezanos,
que allí te hemos de dejar,
y remoloneamos,
y te aplaudimos
y te cantamos,
para frenar tu caminar,
pero, al fin, a la Atalaya
contigo hemos de llegar.

Ya dentro de tu ermita,
te dejamos con nuestro llorar,
y se que, de la despedida,
hasta Tú alguna lágrima soltarás.
Que allí ya te dejamos,
con velas, oraciones, llantos y besos,
y al salir, por última vez aclamamos
¡Viva la Virgen del Buen Suceso!

REPORTAJE DE LA ROMERÍA DE LA
STMA. VIRGEN DEL BUEN SUCESO 2018



ROMERÍA BUEN SUCESO 2018

sábado, 22 de septiembre de 2018

ORACIÓN QUE SUBE AL CIELO

Cada martes de romería, Murcia entera se convierte en oración. Ya en la víspera, tunos y huertanos, fieles a la tradición, se abren paso entre riadas de murcianos y transeuntes para conseguir acceder al presbiterio catedralicio. Allí cantan, bailan y gritan "vivas". Durante toda la noche, las calles de la huertana ciudad se convierten en un río encendido que va a parar al tranquilo lago de la Santa Iglesia Catedral y, desde allí, continúa su curso hasta desembocar en el serrano altar que preside la vega murciana. 

Ya las primeras luces del alba lo anuncian, los romeros iluminan el camino, alfombrando con la cera derramada el camino que toda Murcia ha de recorrer en pos de su Madre. Por desgracia, las nubes ocultaron a ese trasnochador lucero del alba la visión por la que se retrasa en el cielo, queriendo adelantarse al sol para, con su debil fulgor, darle un beso de despedida a su Madre. El sol, sin embargo, si llenó su rostro de luz, aunque ya avanzada la mañana, dejando antes a la lluvia acariciar su bello rostro. No es, sin embargo, motivo de cobardía la lluvía para los murcianos. ¿Qué son unas gotas ante la lluvia de pétalos que le ofrendan? Pareciera como si, por cada gota de cera derramada esta madrugada en el camino, hubiera surgido de la tierra una mesa para que Ella se pose, cual paloma encarnada, a descansar de su peregrinaje.

Al llegar el mediodía, las abarrotadas cuestas frenan el avance del paso y las puertas del Santuario casi se bloquean del gentío que allí se agolpa. Ella, paciente, los mira a todos, uno a uno, con la promesa de que Marzo está a la vuelta de la esquina y el consuelo de que, si no son capaces de aguantar, su casa está siempre abierta para ellos. Así, y tras haberlos mirado a todos, sus morenos bucles se pierden en la dulce penumbra del templo, cerrando así una romería más.

Pierdo ya la cuenta de las pocas veces que he ido a verte en tus romerías, a hacer el camino junto a Ti, María. Recuerdo aquella primera bajada, hace unos pocos años, que fui a recibirte al carmen, y aquella otra romería que, de rebote, una mañana de abril pude disfrutar. Y alguna que otra septembrina bajada y un par de Grandes Romerías de Septiembre. Y de todas guardo recuerdos similares. Campanas en Belluga, gentío en el Puente y pólvora en el Carmen. Vivas en Santiago el Mayor, llantos en el Progreso y petaladas en Algezares. Y mesas, mesas sin fin por todo el camino. Y aunque siempre es distinta en algunos detalles, siempre son iguales tus romerías. 


Por eso me pregunto ¿Cómo yo, ciezano hasta la médula, no puedo resisitirme a tu llamada, buscando inevitablemente tu presencia? ¿Cómo yo, que tanto adoro a mi Buen Suceso, y su romería al son de pasodobles, voy a verte a Ti y a hacer un árduo recorrido sin más música que el rosario de los pies cansados? La respuesta es sencilla, en tu cara morena, veo el Dolor de una Madre Afligida en una mañana de Viernes Santo y la Alegría del Amor Hermoso a la luz de la Pascua, la Esperanza de las madrugadas de octubre y las Cortes celestiales que acogen a mis mayores. Veo el Buen Suceso de la venida de Dios al Mundo y la Cabeza de todas mis devociones. Veo, en fin, al mirarte, Virgen de la Fuensanta, más allá de una advocación, el rostro que se oculta tras tan distintas imagenes: a nuestra Madre del Cielo, María Santísima. Y, al mirarte, Virgen María de la Fuensanta, se con certeza que los últimos versos de tu himno encierran una gran verdad: Te llamemos como te llamemos, tengas esta o aquella imagen y advocación, Eres nuestro Consuelo, en fín, y ORACIÓN QUE SUBE AL CIELO PASA POR TU CAMARÍN.


ORACIÓN QUE SUBE AL CIELO

domingo, 9 de septiembre de 2018

DICHOSO SEPTIEMBRE

Septiembre ha regresado, hiriendo de muerte al ya anciano verano. Agosto se fué cuando nuestro Patrón San Bartolomé entraba en su ermitica, y con él se iba nuestro descanso vacacional. Llega septiembre y volvemos a las rutinas y agobios diários. Estudio y trabajo, cuando la feria termina, vuelven a nuestra mente implacablemente. Pero septiembre, el tranquilo septiembre, sabe como conquistarnos. Septiembre sabe que se lleva el verano, pero a cambio nos trae unas temperaturas más suaves para calmarnos del calor abrasador del estío. Sabe que nos trae melancolía de lo vivido en el verano, y nos trae lluvia para acompañarnos en nuestro dulce pesar. Sabe que con él vuelve lo cotidiano del trabajo y del estudio, pero nos regala cada 8 de septiembre la promesa de que eso no es lo único importante.

Sin embargo, esa promesa este año parece traicionada. Septiembre, te esperábamos dulce y alegre, con el remanente del sol veraniego que iluminara el camino de la Atalaya, que reluciera perlando de brillos y coronando de luz la frente de nuestra Madre, cuando por fin las puertas del Santuario se abrieran y Ella saliera a nuestro encuentro. Pero tú decides traernos el agua de la lluvia, que tanta falta hace a nuestros sedientos campos precisamente este día. Aun así, nuestras esperanzas no se desvanecen hasta el último momento, a fin de cuentas, si Ella así lo quiere, saldrá. No es así. Tú, Septiembre, nos ofreces una ración de lluvia mayor de la que quisieramos, y nos impides cantarle a la Morena de Nuestra Copla, a la Tres Veces Guapa, a la que hizo Dios su Pregonera... Nos impides salir en romería por los caminos del monte, impides a San Bartolomé, pregonero de tu llegada, salir a recibirla a Ella, encabezando a todo su Pueblo. Nos impides bailarle, cantarle y ofrendarle pólvora y vivas por las calles. ¿Qué te hemos hecho, Septiembre?

Pero... ah, bendita sea tu dualidad, Septiembre. Si bien nos dejas sin tradición y fiesta, propiciaste un momento inimaginable de emoción junto a nuestra Madre. Lo anunciaban las campanas de la alta torre del Campanario, repicando en pleno, henchidas de júbilo, a eso de las cinco de la tarde. Sus broncíneas lenguas cantaban las alabanzas de nuestra Reina, convocando con ese pontente canto a los Ciezanos, súbditos suyos, a postrarse ante María, que ya aguardaba en el centro de la nave principal, a los pies de la escalinata del Altar Mayor.


De nuevo repican las campanas bajo la lluvia, anunciando que en breve comenzará la Sagrada Eucaristía. Son casi las ocho y, a pesar de la lluvia, el pueblo ciezano ocupa los bancos y sillas de la Basílica, sin apartar la mirada del centro del templo. Allí, bajo la cúpula central, se desarrola una escena nunca vista. Los anderos ocupan sus lugares en las varas, el celeste guión parece saludar a Jesús Sacramentado en su recién remozada capilla, la cruz y ciriales de la parroquia, envueltos en incienso, anuncian que comenzará ya la Procesión de Entrada a la Santa Misa y los sacerdotes, preparados tras la Virgen, indican sin lugar a dudas lo que está a punto de ocurrir. Todo era un acuerdi entre Septiembre y Ella. Ella estaba impaciente por volver a estar con nosotros. Después del año pasado, en que la acompañamos alegres por las cuestas caravaqueñas y las calles señoriales de Murcia. Estaba ansiosa porque desde Junio no hemos subido a celebrar la Misa a su Celestial Mansión. Así que pactó con Septiembre la lluvia y se reunió con nosotros dentro del Templo.


Así, envuelto en incienso, arropado por los acordes del órgano, los cantos fervorosos y las lágrimas emocionadas y devotas, el arco floral que cada año la engalana iba besando las paredes de las naves laterales, ofreciendo así su saludo a la Basílica, corazón espiritual del pueblo. Sólo los anderos ciezanos son capaces de llevarla con tanta delicadeza, el vaivén de las galas, acorde al del arco, besaba a sus devotos, arracimados en su derredor, cantando y llorando de emoción a su paso. Nuestra Estrella Radiante tiene ganados sus numerosos títulos, pero sobre todo aquel que acompaña a su nombre en el himno: "La del Cetro Maternal". Porque sólo a una Madre se le rinde tanto amor y sólo a una Reina tanta devoción. Por eso rompian a cada paso a aplaudir los ciezanos, y le llovían rosas al pasar bajo el balcón del coro, y por eso gritaban a pleno pulmón vivas cuando terminaba su recorrido, posándose junto al altar.

Oh, Septiembre, aunque a veces te despreciemos y no seamos capaces de aceptar tu llegada, sólo tú eres capaz de emocionarnos así, porque contigo siempre llega la Estrella Radiante de Esplendor, la Gloria de Nuestro Pueblo, la Soberana del Buen Suceso, Nuestra Reina, Nuestra Madre, Nuestra Patrona, la Santísima Virgen del Buen Suceso Coronada.


REPORTAJE DE LOS ACTOS EN HONOR A LA
STMA. VIRGEN DEL BUEN SUCESO
SEPTIEMBRE 2018
VIRGEN DEL BUEN SUCESO 2018

domingo, 13 de mayo de 2018

ERES, FUENSANTA, EL CONSUELO

Desde que estudio en Murcia, he ido aprendiendo y haciendo mía la devoción que tienen los habitantes de esta huertana ciudad a su Patrona, la Virgen de la Fuensanta, ahora la llevo conmigo entre las estampas que guardo en la cartera y de cuando en cuando, mientras ha estado en la catedral, le he hecho una visitica. Aquello que comenzó como una casualidad, encontrarme con Ella por una coincidencia, pasó a ser respeto al ser Señora del lugar donde paso largas horas en mi rutina semanal, y, al final, he de reconocer que ha pasado a ser verdadera devoción. Tanto es que apenas vacilé a madrugar más de lo necesario, a coger el primer autobus que partía de Cieza para ir a acompañarla lo que pudiera en su romería.

Ya acercándome a la Catedral, comienzo a descubrir que, a pesar de lo dificil que es acompañarla en este día, a pesar de ser día laborable y lectivo, los murcianos madrugan contentos para ir a la misa de despedida de su Generala, la que lleva ya 91 años coronada. Tanto es que, desde la calle San Patricio, zaguán de la plaza de Belluga, se escuchan las murcianas voces de los devotos cantando su magnífico himno, que se escapan de las puertas catedralicias, abiertas de par en par, invitando a todos a entrar a la casa de Dios para honrar a su Santa Madre.


Suena el Himno Nacional en el órgano, lo toca la banda. La fresca mañana de abril recibe alegre a la Fuensanta. Aunque no tanto como lo está y estará en septiembre, la plaza del Cardenal Belluga está llena de murcianos que no pueden perderse esta cita. Muchos de ellos la acompañarán hasta el Carmen, donde las campanas repican alegres y melancólicas, recibiendo y despidiendo al mismo tiempo a la Señora de Murcia. Suena la Parranda, suena el Himno Nacional, acompañado del tronar de la pólvora; la Morenica se gira para despedirse de su Ciudad y encaminarse a su Santuario Bendito.

Que bella mañana, tranquila y despejada, perfecta para ir en romería. Los colegios detienen su rutina para verla pasar, camino de Algezares. La circulación en Ronda Sur se colapsa, porque Ella tiene que pasar, porque a Murcia se le detiene el corazón cuando su Generala se despide. ¡Cómo pueden decir que una vía va a separar Murcia en dos! Aunque la parte físicamente en dos, Murcia es indivisible, pues toda Murcia, desde el Progreso hasta Juan de Borbón está unida como los pétalos del caliz de la Rosa Mística que es la Fuensanta. Sus corazones, tan distintos en muchas cosas, son unánimes en el amor y devoción por su Patrona. Y eso... ¡Ni siquiera un muro puede cambiarlo! Aunque la hagan subir por otros derroteros, aunque visite a los murcianos de otras pedanías, Ella no hace distinción en su mirada, todos sus hijos valen lo mismo para su Corazón de Madre.


Algezares la recibe entre nubes de incienso y pétalos de flor, y vítores, y aclamaciones: "¡Hermosa, Hermosa!¡Manda agua!¡Manda agua!" Con esas voces tan huertanas y esa plegaria que todos compartimos en esta tierra de huertas y bancales que se deseca mientras otras tierras que tienen también a María Santísima por bandera se inundan. Pero nosotros, los Murcianos, sabemos bien en quién ponemos nuestra confianza, ella, que es Fuente Santa, nos dará el agua a su debido tiempo.

Repican ya a lo lejos las campanas del Santuario, pronta está la hora de la despedida. Afronta sin vacilar las siete cuestas, va pasando ante los mosaicos que representan los misterios del Santo Rosario mientras un rosario de corazones la lleva en volandas, recitando las letanias de sus corazones, gritándoles Vivas y Salves. Ahora es cuando Ella vacila, y se vuelve a mirar el camino, esperando poder recorrerlo en pocos meses, haciendo gala de ese título que su himno le otorga, calmando nuestras ansias de volverla a ver. Septiembre está cerca. Ese giro antes de entrar a la piadosa sombra de su templo es la confirmación de ese verso al que me refería: "Eres, Fuensanta el CONSUELO".




ERES, FUENSANTA, EL CONSUELO

domingo, 6 de mayo de 2018

MOMENTOS DE PASIÓN: EL CONSUELO

23 de abril. Todo es calma. Cieza parece que ya se recupera, que se adormece, hundiéndose de nuevo en su sueño anual. Para los insomnes impacientes e impertérritos cofrades, que no podemos si no pensar en lo que ya hace un mes que pasó y para lo que tendremos que esperar 356 días, este día es el alivio de nuestra tristeza, pues llega la hora de revivir la tradición más añeja de cuantas se mantienen en nuestra Cieza. Mañana es 24 de abril, una fecha que no pasa desapercibida, porque en ese día, lejos del mundanal ruido, ajenos a la espectación festera de Moros y Cristianos, nos refugiaremos en las naves basilicales de la Asunción y, en el sudario del Cristo, encontraremos el Consuelo. Mañana comienza el Novenario al Santo Cristo del Consuelo.
Mañana la iglesia se llenará como casi nunca se llena en día de semana, mañana rezaremos el rosario, recorreremos con nuestra Madre el camino de Salvación a través de los misterios. Mañana escucharemos al Cristo hablarnos desde la Cruz, en las meditaciones de cada día en la novena. Mañana cantaremos esos ancestrales sones, saludando a cada una de las Sacratísimas Llagas de todo el Divino Cuerpo de Nuestro Señor Jesucristo. Cantaremos a aquel que, con su poder soberano, aleja del Alma el duelo y nos gloriaremos en cantarle durante 9 días y uno más "Cristo Bendito, Gloria de Cieza." Mañana comienza el Novenario al Santísimo Cristo del Consuelo, Gloria del Pueblo Ciezano.

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Tantísimos recuerdos en esta época, en esta basilica, las penitencias que había que hacer para subir y bajar al Cristo del Camarín... Así comenzaba el predicador sus 9 homilías, su particular penitencia por y para el Santo Cristo.
Y es verdad, 24 de abril es siempre un día de recuerdos y reencuentros. De reencuentro con nuestro Cristo, con la iglesia, con la familia. Reencuentro con el coro, con las llagas, con la oración. Reencuentro con nuestra niñez y nuestra memoria. Y recuerdos. Recuerdo de las llagas, que parecían olvidadas y la mente milagrosamente nos las rescata para cantarlas al mirar a nuestro Cristo. Recuerdo de aquellos que un día cantaron junto a nosotros y hoy ya no están, ya no cantan en la tierra, si no que están acogidos en el camarín del cielo, prendidos como una puntada de oro al tonelete que viste nuestro Gloria de Cieza en los Cielos. Recuerdo del poder de convocatoria de nuestro Misterioso Imán. Recuerdo y manifestación del poder del Consuelo Dulce de nuestro corazón, que todo nos lo concede. El novenario es momento de reencontrarnos con nuestro Cristo Bendito y de guardar nuevos recuerdos para que, en nuestro camino hacia la santidad, nuestro Faro Luminoso nos guíe y acompañe siempre.

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Las novenas son para llorar. Para llorar rezando por aquellos que ya se fueron, recordando cuánto amaron (abiertamente o en silencio) al Santo Cristo. La viuda llora por su marido, que nunca lo dijo en voz alta, pero siempre sacaba un ratito para ir en secreto a la ermita a pedirle por sus hijos, por su trabajo, por su mujer... por tantas cosas. Los hijos por sus padres, que les enseñaron que, en Cieza, la Santidad es fácil de alcanzar, sólo hay que subir a la ermita (o ir a la iglesia) a hacerle una visita. Y la santidad, algo tan difícil de alcanzar sólos, nuestro Rey nos lo pone al alcance de la mano. Y también lloramos por nosotros, porque la vida se hace muy difícil y llegamos tristes a la iglesia, quejándonos de nuestro trabajo, de nuestros hermanos, de nuestros padres, de nuestros hijos, de nuestra familia... De tantas cosas que nos agobian. Sobre todo aquellos que vienen en silla de ruedas, o con dificultad, porque la vejez y la enfermedad casi les impiden llegar. Pero si el novenario es tiempo de llorar, cuando salimos las lágrimas ya no son necesarias. Por algo a Cristo en Cieza lo llamamos Consuelo.
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Olor a rosas en una tarde de abril. Aroma divino que inunda la calle san Pedro desde la puerta de la iglesia. Pues, como dice el poema, "Guardo una rosa, que es mi Consuelo, ¡Tu devoción!". Y es que ese olor a rosas, entremezclado con el perfume del incienso, que anega toda la iglesia, es la demostración mas eficaz de la devoción que Cieza tiene por su Cristo. Esas rosas, donadas por sus devotos, adornan el altar y perfuman el pueblo entero, como lo harán el próximo día de la cruz, cuando se desgranen como lágrimas sobre su sagrada Imagen. Desde que se abre la iglesia, atraídos por el perfume de las rosas que delata su presencia, los Ciezanos van acudiendo a rezar a su Cristo, algunos pasan a saludarlo y siguen sus quehaceres vespertinos, otros se quedan allí, guardando ya el sitio para escuchar los antiquísimos rezos del Novenario, que cuenta ya con más de dos siglos de historia. Siempre abril, siempre rosas, siempre Cieza.

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Quien difícil es venir todos los días junto a ti. El novenario se convierte en viacrucis. Son muchos nuestros quehaceres, nuestros deberes, que nos mantienen ocupados, robandonos la oportunidad de pasar junto a ti a cantarte, a rezarte, a adorarte, Rey de loa Corazones. También son muchas las tentaciones, la comodidad de dedicarnos a otras cosas más placenteras que ir a la iglesia. Pero nunca estas cosas pesan lo suficiente, pues nuestro alma no quiere más gloria que enterrarse en tu costado, que curar su humillación en la llaga de tu diestra y recuperar la corona de la vida de tu mano herida. Cuesta venir, pero Tu lo haces fácil, Santo Cristo del Consuelo.

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Decíamos el primer día que el novenario es momento de recordar. La novena es un rezo que se remonta a siglos atrás, a 1806 en concreto. Las llagas, los fervorosos cantos que saludan a las Sacratísimas Llagas del Consuelo y nos invitan a meditar en tus divinos dolores se crean en torno a 1880. Desde entonces, muchos son los devotos tuyos que te las han cantado, y muchos los nombres de los directores olvidados. Hoy quiero recordar dos nombres, dos almas que ya cantan tus Gozos junto a ti en el Camarín del Cielo, el uno, con su voz de bajo, canta vestido de elegante luto de viernes santo, la otra, vestida del rojo de tus toneletes, dirige con sus pequeñas manos a los cantores. Guardalos junto a tu Cruz, Señor, y haz que disfruten de las rosas de tu día, que sean para ellos, que siempre te las ofrendaron, en forma de cantos, en tu novenario.

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No hay fiesta ni distracción que pueda alejarnos de la iglesia en estos nueve días. El Cristo nos mueve, nos llama, nos atrae haciendo gala de su título de Misterioso Imán. Aunque hayan desfiles, momentos más lujosos y llamativos, el Ciezano necesita de su principal devoción, necesita venir a rezarle, a cantarle sus alegrías y contarle todas sus penas y agobios. Por eso, en estos últimos 9 días de estancia en la Basílica, no pueden ni quieren faltar a su cita, para demostrarle que, en gozos como en lamentos, de Cieza entera los pensamientos son para Él. Ya hemos pasado el ecuador de la novena, está cercana su partida y aguardamos ansiosos ese momento para cantarle su himno a voz en grito... Y para llorar ante la reja de su ermita, esperando un nuevo Domingo de Ramos.

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Estamos a 30 del cumplido abril, mañana entra mayo, florido y feliz. Así rezan los mayos a la Virgen de Cortes de Alcaraz. Ya estamos a día 30, abril, que tantísimas alegrías nos ha dado, se nos escapa como agua entre los dedos. Los misterios del rosario se van acabando, las llagas, desvaneciéndose, las predicaciones van tocando a su fin. Con abril, la novena se va terminando. Pero aún quedan los días más grandes, queda mañana, primero de mayo, día grande del novenario. Queda el besapies al Cristo, una vez sus llagas hayan dejado de sangrar y queda el Día de la Cruz. Poco a poco, se va acabando pero todavía no. Y, aun cuando se termine, llevaremos la novena en nosotros cada día del año, cada vez que, al contemplar a nuestro Santo Cristo, mediremos el dolor de sus llagas, pues no hay mayor verdad que aquel verso de sus gozos "el pueblo que por ti reza", porque Cieza reza por y para su Cristo del Consuelo.

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Hoy es el día de la Sagrada familia. Hoy empezamos el mes de Mayo, mes de María, madre del Señor, y lo comenzamos recordando a su casto esposo, San José, y lo hacemos reunidos en torno a la Cruz del Señor. Es más, hoy estamos los hijos, reunidos en torno al Padre, formando el cuerpo de nuestra Madre, la Iglesia. Y aún más allá, los Ciezanos somos hijos del Consuelo, y celebramos la Victoria de su Santa Cruz. Así, en este día de fiesta, nuestro Rey y Padre nos reúne en torno a su Cruz, como familia que somos, para despedirse de nosotros. El final de la novena esta cerca, y la iglesia rebosa de devotos hijos que buscan pasar todo el tiempo posible junto a su Cristo. Muchos no estarán mañana, para cerrar estos nueve días besando sus pies, otros no estarán el jueves, por circunstancias, ni podrán convertirse en pétalos de rosa lanzados sobre su rostro divino. Por eso hoy, que es fiesta, están aquí para demostrar que, como dice el poema que hoy se lee para abrir el mes de mayo, hemos recorrido toda su vega, campo y sierras cogiendo flores con ilusión, cada una de un paraje, cada flor distinta, tiernas o secas, fragantes o inodoras, bellas o discretas, silvestres o cultivadas. Porque ese poema no habla de una persona que recoge flores, sino que cada flor representa a un devoto del Santo Cristo y es Cieza entera quien se los ofrece como un ramo variado, mas uniforme porque ¡De Cieza entera los pensamientos son para Él!
Y otra cosa tenemos en común cada flor de ese ramo: todos guardamos una rosa, la flor del Día de la Cruz, la flor de su Día, una rosa que es nuestro consuelo: ¡Su devoción!


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Santo Cristo del Consuelo, vela por tu Cieza. El Santo Cristo nunca nos abandona, por eso, poned vuestra vida en sus llagas. Hoy es el día de las despedidas. Hoy es el día de despedirnos de las llagas hasta el proximo 24 de abril, hasta el próximo novenario. Hoy es día de despedirnos de nuestro Cristo, de aguantar hasta que nos echen de la iglesia para estar junto a Él, rezándole, contándole todo lo que nos aflige y nos llena de pesar y angustia; de aprovechar que está tan cercano para encontrar en su tierna mirada el Consuelo. Por eso hoy besamos sus pies, por eso la iglesia se llena hasta su máxima expresión, por eso cantamos a pleno pulmón, porque mañana se nos va el Cristo. Pero Él, como nos decía el predicador en la última de sus homilías, no nos abandona nunca. Pero no nos abandona porque los ciezanos somos las golondrinas del poema, no las de Bequer, si no las de José Lucas Conesa, las que llevan al cuello la medallica del Santo Cristo para emigrar. Y nosotros llevamos siempre su recuerdo en la mente y su devoción en el corazón, por eso el Consuelo nunca nos abandona, porque los Ciezanos tenemos la santidad al alcance de un beso: en la imagen de nuestro Santo Cristo del Consuelo.


BESAPIÉS SANTO CRISTO 2018

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"Tranquila, Mama, que cuando esté aquí el Cristo te avisamos." Así le decía una mujer a su Madre, anciana, postrada en su silla de ruedas, asomada a una esquina de la calle buitragos a ver pasar a su Santo Cristo. Y digo a ver con los ojos del alma, porque los de su cuerpo ya no ven. Y, aun así, allí está, pidiéndole al Señor que la deje salir a sentirlo pasar un año más. Ese es el fervor que tiene Cieza. Que hasta los ciegos ven al Santo Cristo. Esta mujer no es la única. Se cuentan por miles los ciezanos (presentes, ausentes o por adopción) que se arraciman en el recorrido para ver pasar a su Rey. Casi tantos ciezanos como pétalos de rosa recorren los cielos del tres de mayo para alfombrar el paso del Soberano de Cieza, para rozar sus sienes llevándole con su fragancia las oraciones que en ellos han depositado quienes los han lanzado. Esas oraciones acompañarán al Cristo a su retiro en la ermita, una ermita perfectamente situada: ni tan lejos que sea dificil llegar, ni tan cerca que esté dentro del mundanal ruido de la ciudad. Oraciones por cada uno, por las familias, para que se mantengan unidas, por los niños, para que aprendan a amarte como te aman sus padres, por los ancianos, para que les dejes estar allí y sentirte cercano, aunque sea sólo por la música de la banda. Y también por los enfermos y por aquellos que no han podido estar junto a ti en este día, por aquellos que han recibido esos pañuelos empapados anoche de la sangre de tus llagas y que, en esas reliquias populares, te sienten junto a ellos. Todos ellos, estando sin estar, han cantado junto a los que te acompañaban el Cristo Bendito, porque, para verte, no hace falta tener ojos, basta la mirada del alma.

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Un momento de oración ante el Cristo del Consuelo. En silencio para presentarle en el último momento de su procesión nuestras súplicas. Unos vivas magnificados por el eco de la ermita. Y lágrimas, muchas lágrimas. Ya estás en tu ermita, y ninguno queremos irnos, hemos deshojado entero tu trono, llevando con nosotros las flores, que guardaremos como recuerdo fragante de que hemos vivido junto a Ti un día de la Cruz más. Llegando a la ermita, no quería entrar, porque entrar en tu bello templo implica el final. Y, ahora que hemos entrado, no quiero irme y dejarte allí. Por eso hay lágrimas, porque tan bien se está junto al Señor que la partida parte el alma. Y volviendo a casa, todo recuerda a ti. Camino de Madrid, donde a voz en grito te hemos cantado tu himno y te hemos vitoreado, como Gloria de Cieza que eres; Calle Mesones, campanas del Convento que te saludaban como Rey de Nuestros Corazones que eres; Calle San Sebastian, Buitragos, Larga, Pinos y Parra, en sus estrecheces aun guardan aroma a pétalos de rosa que se aplastan en sus aceras, en el placentero olvido de quien ha cumplido su misión. Calle del Cid, por donde salías esta tarde, antesala de la Plaza Mayor y de la Iglesia, donde tánto te hemos rezado, cantado y llorado. Ya está, ya todo se acabó y sólo queda una cosa por decir: ¡VIVA EL SANTO CRISTO DEL CONSUELO!


DIA DE LA CRUZ 2018