viernes, 5 de octubre de 2018

DIVINA MADERA: ¿A QUIÉN BUSCÁIS?

Cúanto no estará grabada la Semana Santa y sus únicos momentos en el corazón y la memoria de los ciezanos que no hay nada más cotidiano en la Perla del Segura que ir un grupo corriendo a algún sitio y que alguien pregunte "¿A quién buscáis?" y que alguno del grupo o varios de ellos a coro respondan "A Jesús, el Nazareno".  Y no hay mayor verdad en Cieza, sea cual sea el momento. 

Pongámonos por un momento en situación. Es una tarde tranquila y no tienes nada que hacer, vas paseando por el tranquilo discurrir de las calles del Casco Antiguo. Entras por casualidad hasta la calle San Pedro y, antes de entrar a la Plaza Mayor y seguir hacia la castiza calle del Cid, miras a tu izquierda y ves que las rejas de la puerta de San Pedro están abiertas y decides entrar a hacer una visita al templo, ese templo que tantos y tantos recuerdos encierra entre sus naves. Si es abril, irás derecho al altar a saludar al Santo Cristo; y, si es septiembre, lo más seguro es que busques el dulce rostro sonriente del la Virgencica del Buen Suceso. Si no, quizás vayas a arrodillarte ante el Santísimo y después visitarás a los distintos titulares de las cofradías.Irás a recordar un Lunes Santo con el Cristo de la Sangre y un Viernes Santo con el yacente, buscarás también el magnífico crucificado de la Misericordia y te estremeceras ante la dolorosa y serena belleza de la Piedad y del Cristo de la Agonía. Y apreciarás la maestría de la gubia de González Moreno en la desesperada mirada del Amarrado y en la serena majestuosidad del Ecce Homo. Y le dedicarás una sonrisa a San Juan, y te lamentarás, mirando a tu derecha, de que no puedas llorar junto a la Soledad. Y, quizás, te acuerdes de que, junto al Sagrario, la Virgen del Amor Hermoso te espera para recordarte que después de la Muerte viene la Resurrección. Sin embargo, en todas esas vueltas y devenires por entre los bancos y las columnas, la mirada inevitablemente se te va hacia el Altar Mayor y hacia el retablo que, silencioso, custodia al Nazareno. Puede que no te acerques, a fin de cuentas, el cristal refleja y cuesta verlo en la semipenumbra de la basílica, pero cada vez que miras, algo en ti te invita a mostrar un pequeño gesto de respeto ante la efigie de Jesús, el Nazareno.

Es Nuestro Padre Jesús una talla de vestir, envuelta siempre en terciopelo morado bordado primorósamente en oro. Representa a Cristo caminando, con la espalda encorvada y el rostro, con esas policromías violaceas propias de Pinazo, reflejando la angustia y el dolor del suplicio. Sin embargo, cuando consigues mirarle a los ojos, que miran hacia abajo, te das cuenta de que, en medio de su tormento, se mantiene firme en la Misión que el Padre le ha encomendado. Su frente sangra, los Martes Santos son gotas de sudor derramadas en la agonía del Huerto, los Viernes Santos, sangre que se derrama de las espinas con que lo coronaron el miércoles por la noche. Los Martes Santos agacha la cabeza y camina humilde de camino al Sanedrín, los Viernes Santos toma su Cruz y sigue el camino marcado por el Padre, el camino que le llevará a morir para redimirnos, encorbado bajo el inhumano peso del dorado madero. Sin embargo, aunque su cuerpo refleje el cansancio y el dolor, Jesús Nazareno guarda en su mirar la serenidad y la determinación de quien se sabe cumpliendo su destino. 

Esa mirada, firme y serena, es la que hace a los ciezanos girar la cabeza hacia Él cuando pasean por la basílica, lo que despierta la devoción y el respeto en niños y mayores que, a su paso por las calles de Cieza, guardan silencio y se ponen en pie como muestra de pleitesía al que muchos llaman "El Señor". Por eso, aun en penumbra, tras su cristal, es inevitable que reciba las miradas y muestras de respeto de cuantos entran en la Asunción. Cuando entras por la calle San Pedro, es a Él a quien primero ves, cuando pasas a saludar a Cristo Sacramentado, vuelves la mirada a Él; cuando miras al altar, sin quererlo, tuerces el rostro hacia su retablo.

Desde bien antiguo, Jesús Nazareno tiene un lugar de honor en el devocionario popular Ciezano. A pesar de el cariño que guardamos por nuestra Madre, Cieza nunca ha sido un pueblo mariano, no en vano es el Santo Cristo el Rey de los Corazones. Antes de rezar a la Dolorosa, Cieza se rinde al Medinacelli y, antes de mirar a la Soledad, buscan a quien durante largos años fue su compañero de altar y cultos. Al mirar a Nuestro Padre Jesús Nazareno, los ciezanos miran cara a cara la historia de su Semana Santa. Aunque la talla sea del año 42, su similitud con la que ardió lo reafirman como guardián de la Cieza más añeja e impasible defensor de sus tradiciones procesionistas. No es sólo una imagen, es el Patrón de los semanasanteros ciezanos, el modelo de los que participan de esta bendita locura. Por eso, cuando este 6 de octubre lo veamos desfilar por nuestras calles, una vez más cargando con su Cruz, aprendamos de Él, fijémonos en su ejemplo y busquemos de verdad a Jesús, el Nazareno.


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