domingo, 7 de octubre de 2018

A TUS PIES, NAZARENO

(Domingo 7 de Octubre, 18h, Basílica de Ntra. Sra. de la Asunción)

Señor, qué bien se está aquí. Cada vez que paso a verte en tu capilla lo pienso. Señor, que bien se está aquí. Hoy, sin embargo, tengo sentimientos encontrados. Miro hacia tu capilla, entre el Altar y el Sagrario, y se me escapa una sonrisita al verla vacía. Parece como si fuera Semana Santa otra vez. Miro hacia la puerta principal y, allí, donde siempre, veo tu trono y a Ti subido en Él, con tu Cruz a cuestas, como si tu también quisieras que fuera ya Viernes Santo. Te miro allí, Señor, e involuntariamente giro la cabeza hacia la capilla del Silencio, porque esta noche pareciera ser Jueves Santo, contigo esperando una nueva procesión del Penitente. Pero, al mirar hacia allí, tengo que volver a la realidad. No es Jueves, si no Domingo, y tu no esperas para salir, si no para volver a tu merecido descanso después de lo que ayer ocurría.

¿Te has dado cuenta, Padre, de lo rápido que corre el tiempo? Parece que fue ayer que te pusimos sobre ese trono, en este apartado rinconcito de la iglesia... y ya ha pasado toda una semana. Parece que fue ayer que te colocamos la Cruz... mientras colocaban el Monumento para los oficios de la tarde, igual que parece que no ha pasado tanto desde que mi padre me puso por primera vez sobre tus varas para ver salir desde tu privilegiada posición el Silencio. Cómo pasa el tiempo. Recuerdo que, hace más de un año, esperaba con impaciencia que llegara el día de ayer, y hoy quisiera volver a un año atrás con tal de que no se hubiera terminado. Tú lo sabes mejor que nadie, Padre, que a tus hijos, lo que de verdad nos gusta son las vísperas, las esperas; que preferimos estar contando atrás eternamente a que el reloj se pare y los sueños se nos disuelvan en un suspiro. Por eso disfrutamos tanto en recrearnos por las naves de tu Casa, o nos encanta tanto colarnos a cada oportunidad en nuestra Cochera, que siempre será "la cochera" para nosotros. Nos encanta esos días de llegar corriendo de la rutina y ayudar a repartir túnicas, limpiar báculos y tronos, poner velas y preparar cada detalle para la Procesión. Se que es Octubre y que chirrian estas palabras en ésta época del año, pero tras lo vivido en estas últimas semanas, en especial la última, mi cabeza está viviendo en sueños de abril y padece de nostalgias de pasión, porque el otoño se me ha transformado en Cuaresma... como ocurre cada vez que traspaso las puertas de la Casa de los Santos.

Tú y yo sabemos, Señor, que al final esto no nos hace bien, que cada cosa tiene su tiempo, que necesitamos descanso para cuando llegue el momento estar en plena forma. Pero si bien hemos aprendido y aprendemos otras muchas cosas de ti, todavía no hemos aprendido la virtud de la paciencia. Por eso hemos aprovechado que en Cieza hace 325 años te erigimos como Señor de nuestras procesiones para traerte de vuelta a nuestras calles fuera de tiempo. Y nos ha servido para darnos cuenta de que no somos los únicos. Toda Cieza se volcó en esa tarde que ya, cuando aun no pasan 24 horas, parece tan lejana. Y no sólo Cieza, gente de muchos otros lugares venían atraidos por el sonido de un tambor en una magnífica tarde otoñal para deshecerse en halagos a nuestra forma de desfilar, nuestro patrimonio, nuestro buen hacer, en definitiva, a nuestra Semana Santa. El sábado comenzaba tranquilo, pero nos sentíamos ajenos al curso normal del año. Hasta la meteorología nos quiso ayudar y nos hizo sentir en una mañana de Viernes de Dolores. Todo parecía en calma. Cieza aguardaba expectante a que cayera la tarde. Ya a primera hora se veían túnicas ondear sobre los añejos adoquines, los visitantes se maravillaban con la sede de nuestros sueños y desvelos; y, a eso de las seis, un tambor rompía la quietud, iniciando el pasacalles desde la Esquina del Convento para abrir esta Histórica tarde.


Emocionados, nuestros hermanos cofrades visitantes lucían sus mejores galas tras el estandarte de la JHP, abrian ellos el cortejo, demostrando que la Semana Santa es más un vínculo que una rivalidad entre pueblos. También daba gloria ver a los penitentes de nuestras cofradías, vestidos con su traje de gala, intercalando cirios y báculos, capuces, verdugos, cascos y velos, en una muestra de que nuestra Semana Santa es un mosáico multicolor que se mantiene unido, fuera de rencillas y rivalidades. Así lo demostraban los anderos, que no tenian problema en, una vez más, mezclar colores en las varas para ayudar al Nazareno, porque no era sólo el Nazareno quien salía anoche a la calle, era la Semana Santa de Cieza en pleno apoyando a una de sus más antiguas cofradías, mostrando a los ciezanos que en realidad no hay colores, que la lealtad de los cofrades ciezanos es sólo una.

Maravillaba ver a la Coronación de Espinas salir por una calle Cánovas del Castillo repleta de espectadores, abriendo esta jornada histórica. Era la Medina quien la acompañaba. No pocos recordaron en ese momento una tarde similar de octubre de 2014, cuando veían desfilar también a la Coronación bajo la luz del día. Sin embargo, pronto se trasladaban a la familiar noche de Miércoles Santo, con Jesús sangrando y sufriendo el tormento y la burla del espino atravesando una Esquina del Convento en la que ni un alma cabía mientras sonaba "Y al tercer día". Y de ese híbrido ciezano y andaluz que tan magistralmente interpreta la Siyasa, la vista recorría las filas de 17 colores hasta encontrarse con el rosal de Carrillo, saliendo con esa elegancia tan ciezana de su talla y de su andar. Lucía el rosal encendido, aun cuando el sol no había dicho aún su última palabra, encaramándose coqueto hacia las nubes, mostrando lozano a su más preciada rosa, la morena de los ojos brillantes y la melena airosa, nuestra Santa, la Salomé. No hay mayor maravilla ni estampa más ciezana que verla salir de la Casa de los Santos al son de Semana Santa Ciezana. Al verla, con su elegante luto sereno, viajábamos de nuevo a las frías noches de Viernes Santo, recreándonos en su dulce vaivén al característico sonar de las piezas más clásicas del repertorio ciezano y nacional interpretado por nuestros tan queridos "No Tenemos Prisa". Y era imposible recordar que estábamos en octubre porque, en la Plaza Mayor las puertas estaban abiertas y el último rayo solar las iluminaba igual que hace la primera de las luces de la mañana del Calvario. Allí, mientras Ecce Homo hacía rugir sus cornetas con gallardía, Jesús Nazareno salía, acompañado de toda su Cofradía. Hacía tiempo que no se veían tantas filas de nazarenos vestidos del elegante terciopelo negro. Tercio Infantil, báculos y cruces, todos ellos acompañándote a Ti, Señor, porque por Ti suspiran cada día del año, aguardando esa mañana en la que con gusto tomarán su Cruz y te seguiran a dónde Tú vayas.



Cómo no recordar ese momento en que Tú, Señor, pasabas la esquina de la Calle Santo Cristo a los sones de "La Pasión", o no sonreir al darte cuenta de la curiosa situación de ver a la Cofradía del Nazareno observar el manto de la Salomé de frente, cuando normalmente se tienen que girar para ver su bello rostro. y no soltar un suspiro al verla a Ella desfilar tan garbosamente con una Banda de Música, que le favorece tanto como la corneta realza la fuerza del paso de la Coronación. Y era imposible no fijarse en los rostros de los niños y verse reflejados en ellos, pues una vez fuimos así. Al verte, Señor, conseguías lo que nuestras madres nunca lograron, que nos calláramos y nos quedáramos envelesados en tu imagen. En los relucientes ojos ilusionados de los más pequeños es dónde estaba el triunfo más grande de esa noche.

Se nos iba haciendo corta la procesión. Al ver entrar a la Coronación, sentía una punzada de dolor en el pecho, y las lágrimas se me escapaban irremediablemente de los ojos al ver entrar a la Salomé, envuelta en el recogimiento del Santo Entierro mientras sonaba "La Cruz de Doble Brazo". Y la emoción me embargaba al escuchar el estreno de mi "María Salomé, Luz en el Luto", que tan primorosamente interpretó la Medina en la Calle del Barco, dónde volvieron a rendirte honores, como hacen cada Martes Santo, pero esta vez con la histórica estampa de verte a Ti, de noche, con tu Cruz y atravesando la árdua estrechez de la Calle de la Hoz.

Y ahora he vuelto aquí, Señor, a sentarme junto a Ti en este banco, a recordar contigo todo lo que por y para Ti hemos vivido estos días. He venido a darte gracias por todo ello, que no terminará hasta que volvamos a reunirnos para devolverte a tu capilla, dónde aguardarás a la primavera. He vuelto a tus plantas, en fin, a darme cuenta de que Cieza por Ti es Nazarena, y ese legado te lo agradecían en esa noche que era para Tí y para nosotros, tus hijos cofrades, hasta el punto de llenar de nuevo la Plaza Mayor para despedirte frente al pórtico de la Gloria y para decirte, como yo te digo ahora, que siempre estaremos esperando a que sea Martes Santo para, cual Armaos, rendirnos a tus pies, Nazareno.


REPORTAJE DE LA PROCESIÓN EXTRAORDINARIA 
325 ANIVERSARIO DE LA REAL COFRADÍA DE JESÚS
-NAZARENO-

A TUS PIES, NAZARENO


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