Como ya viene siendo habitual, os traemos un artículo escrito por uno de nuestros colaboradores, que este año nos presenta un texto cuanto menos interesante que recoge la historia e idiosincrasia de un aspecto cada vez más presente en nuestra Semana Santa: la Fotografía.
La Semana Santa a través de la lente de una cámara
Joaquín Bernal Ganga
Estudiante de Historia del Arte en la UMU y aficionado a la fotografía
Sin duda, en la época en la que nos encontramos de cámaras de última generación, drones y móviles que nos sirven para fotografiar cualquier instante de nuestra vida, podemos hablar dentro de la Semana Santa de una corriente relativamente antigua (pero que hoy vive su gran boom) la fotografía cofrade.
Este movimiento, al alcance de cualquiera de nosotros, actualmente se inicia a la par que se comienza a extender la fotografía desde que fuese inventada (en el año 1826), lo que hará que podamos contemplar las primeras fotografías de pasos en la calle, nazarenos y demás elementos; principalmente de las procesiones de Semana Santa de Sevilla, donde se realiza “la primera fotografía nocturna” de la Semana Santa protagonizada por el Gran Poder y publicada por ABC en 1918. Las fotografías anteriores eran o de estudio o durante la jornada diurna o de tarde, de manera que los fotógrafos ofreciesen unas tomas con la suficiente luz para su realización, encontrando fotografías de estas características fechadas ya en 1870 (siendo habituales las postales de pasos ya desaparecidos e imágenes destruidas en el periodo de la Guerra Civil). Debido a esto, serán precisamente las hermandades sevillanas las que mejor repertorio fotográfico a nivel histórico posean, destacando especialmente las labores fotográficas durante todo el s. XX que ofrecen al espectador una idea de la evolución de las hermandades y cofradías, e incluso para documentar restauraciones de imágenes a nivel patrimonial.
Aunque realmente interesante será la labor en la segunda mitad del XX de estudios como Haretón, Gard (recientemente fallecido) o Fernand entre otros, ya que, en el caso de los dos últimos, se trataba de vestidores de las imágenes que ellos mismos retrataban por encargo de la hermandad; destacando sus primeros planos y bellas creaciones (como la incorporación de elementos característicos de las hermandades o adornos florales en las postales). Si bien su labor era más de fotografía de estudio que callejera.
En la actualidad la práctica de la fotografía cofrade es algo a la mano de cualquiera de nosotros; ya que, como he comentado anteriormente, cualquier cámara es buena para hacer una fotografía, dando igual si es un espectador que esté viendo el discurrir del cortejo o un fotógrafo que va con su equipo. Pero es aquí donde encontramos la diferencia, ya que el fotógrafo realizará un reportaje totalmente diferente al que pueda obtener el “nazareno de silla”. El fotógrafo va a buscar un tipo diferente de instantánea, estudia las luces, busca el detalle…En otras palabras, dentro de su profesionalidad, busca transmitir lo que acontece ante él y su lente.
“Todo está inventado”. En efecto, prácticamente todo está inventado, ya que la fotografía cofrade se desarrolla especialmente en la época de la Semana Santa, lo que la convierte en un acontecimiento masificado por su caracter anual. Esto se traduce en que queda inmortalizado prácticamente la totalidad de momentos del cortejo, por ser cientos y cientos los profesionales y aficionados que salen a las calles a retratar las procesiones, sus pasos, sus nazarenos… Buscando ese toque diferente al del resto de personas, transmitir en cierto modo su visión de los cortejos. Esta visión particular en ocasiones suele ser incluso una distorsión de la realidad, ya que en el procesamiento de las fotografías se han dado casos de hasta modificar las policromías de las tallas. Gracias a Dios, estos son los casos menos frecuentes, aunque existentes y muy presentes actualmente.
Sirva este breve escrito para concienciar especialmente a esos aficionados de la fotografía como yo de que se empeñen en mejorar día a día un poquito más y, aunque sea difícil, buscar esa “otra” procesión que recorre nuestras calles durante la semana más bonita del año. Y para los profesionales vaya el mayor de mis reconocimientos por haberme transmitido las procesiones de mi infancia a través de las fotografías que he contemplado a lo largo de mi vida en boletines, periódicos y estampas.
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